Aminetu, Orlando y las dos varas de medir.

Hace unos meses una señora Saharahui inició una huelga de hambre para defender su libertad de poder entrar a su pais libremente. Un pais que tiene todo el derecho a existir, pero que la comunidad internacional aún no se lo ha reconocido y susbiste en el limbo de un territorio que Marruecos reclama como suyo y sobre el que ejerce de facto su soberanía. Todos nos pusimos en sus carnes y defendimos el derecho a su libertad. Algunos medios de forma tan recalcitrante, que no había otra noticia que ofrecer y ciertos colectivos organizando una manifestación por la mañana y otra por la tarde mientras duró su huelga de hambre. Aún semanas después de haberse solucionado el problema siguieron aireando a bombo y platillo el episodio, haciendo a Aminetu paladina de la libertad. Hasta ahí nada que objetar salvo la desproporción desplegada, pero ya se sabe que hay que estas cosas son así: si se quiere obtener algun resultado, hay que ser pesado.
Hace unos días, un súbdito cubano murió tras una prolongada huelga de hambre, y no en un aeropuerto por cierto, que el pobre no pudo tener la ventura de que le negaran el regreso a su país, porque nunca le dejaron salir, que ni siquiera esa mínima libertad se le concede a quien no quiera seguir soportando la imposición del pensamiento único y la mordaza de la más férrea dictadura de la palabra.
Sin embargo los que tanto gritaron entonces, aquellos que tanto se manifestaron cuando Aminetu adelgazaba, hoy guardan el más ominoso silencio ante la muerte de Orlando y, si salen a la palestra, es para hablar bajito, con la boca pequeña, no para condenar rotunda e inequivocamente empleando los mismos epítetos que antes usaron. Porque aquél ASESINOS de ayer es mucho más justo hoy, porque ahora sí ha muerto un defensor de la libertad. De esa misma libertad que defendía Aminetu y que, desde ciertos sectores, (de ahí deriva sectarismo) se mide con distinta vara según quien la conculque.
Agustín Pérez González


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DIOS SÍ EXISTE

Del libro "Tos por Iguá"

Ahora vienen con el cuento
de que Dios quizás no existe,
pero por más que lo intenten
no me podrán convencer:
yo lo he visto el Viernes Santo
y se llama Gran Poder.
¿Cómo que no existe Dios
si año tras año lo he visto
hecho Amor cuando el Domingo
baja desde el Salvador?
¿De los que quieren negarle,
quien dice que no está vivo
al verlo venir, Cautivo,
caminando por el parque?
¿Quién dice que no es divino
ese Cristo Presentado
al barrio de San Benito
por un tal Poncio Pilatos?
¿Quién niega que es Dios aquél
que José de Arimatea
envuelto en la blanca seda
va a enterrar en San Andrés?
¿O aquél otro que en Castilla
muere sin morir apenas
mientras le mece Sevilla
para intentar que no muera?
Dicen que no existe Dios
y yo les digo que sí:
quien quiera verlo que venga
a Sevilla por Abril.
Que no me vengan con cuentos
Ni me quieran convencer
Si yo con nadie me meto,
¿Porque atacan a mi fe?
Déjennos en paz, señores
Inquisidores modernos:
por mucho que lo intentéis
aquí no conseguiréis
derribar al Padre Eterno,
que a Sevilla, os lo repito
no la podréis convencer:
lo ve cada Viernes Santo.
y se llama Gran Poder.

Agustín Pérez González

COSTALEROS DE CRISTOS VIVOS

(Del libro "Tos por Iguá")

Esos costaleros cuidan cada noche a Dios velando la cabecera de sus hermanos, ofreciendo plegarias por su salud y "arremangándose" para limpiar la casa de aquellos que no pueden hacerlo. Por la mañana, antes de partir hacia el cenobio, cargan con Nuestro Padre Jesús el Pobre y, en una levantá a pulso, le ofrecen una revirá de lujo para cambiarle las sábanas. Y también ciñen su costal bajo Nuestro Padre Jesús de la Mala Muerte, para llevarlo hasta el sepulcro de su cama y ungirlo de perfumes como hiciera Santa Marta; para envolverlo en la Mortaja de una inmaculada sábana de tan refulgente blancor como la más famosa del barrio del Baratillo o para depositarlo en la sagrada urna y proceder a su Santo Entierro. Una vez que todo se haya consumado, serán costaleros de Nuestro Hermano Despojado y con sus vestiduras aliviaran los cuerpos de otros tantos Cristos de las Mil Necesidades que con Humildad e Impaciencia acuden a sus conventos para buscar la Paz de sus ateridos cuerpos y la Victoria sobre el hambre. Cada día cargarán con las Penas de Ntro. Padre Jesús de la Enfermedad, acompañarán al Señor Cautivo en su piso y abandonado por sus familiares, para llevarles aire fresco del parque de sus sentimientos, mecerán con mimo a Ntro. Padre Jesús Desahuciado y harán de cirineos para ayudarles a llevar más dignamente su pesada cruz. Y cada día, siempre arrodilladas a los pies de la cruz, harán de Magdalena por la Macarena, de María de Cleofás para recibir las palabras de Jesús de las Siete Quejas, y piedra sobre la que se apoye el Señor de las Tres Recaídas y también, cada mañana, enjugando el rostro de los enfermos, dejarán la huella de la Cara del Maestro sobre las toallas con las que cada día hacen de Verónicas de Sevilla

Agustín Pérez González

EL ÚLTIMO RATÓN DE TRIANA

(Del libro "Tos por Iguá)

...Continuando con el relato de las cosas de los Ratones y de nuestro amigo Manuel Torralbo Rodríguez en particular, volvemos a la historia de aquella cuadrilla especial en la que, además de mucho arte, había también "una jartá de gracia". Y si no, juzguen, juzguen ustedes si hay arte o no en esta anécdota que nos cuenta nuestro amigo¨:
Un año, cuando llegaron a sacar el misterio de la Carretería, resulta que le habían puesto dos escaleras y dos figuras más al paso y a Manuel se le ocurre decirle al Hermano Mayor, que en
esa época era un tal Contreras: "Quillo... y esa gente que hace ahí ahora con las escaleras".
- Eso es que los hemos puesto este año nuevos para completar el misterio, le contesta el Hermano Mayor, a lo que instantáneamente responde Manuel:
-"¿Y por qué no se los llevas a Sánchez el de las naranjas que está buscando gente con escaleras pa recoger, hombre?". A esto un policía de los de la escolta le llama la atención diciéndole que había que ver las cosas que decía. "Pero si eso no es nada malo...si es que ya hay más gente arriba que abajo; que se vengan algunos p´a cá, que ahí arriba no quea ya ni un huequecito."
El policía se enfadó y se fue para otro lado por no decirle nada ni volver a escucharle.

-¿Y se pagaba bien vuestro trabajo, Manuel?
-"En aquella época se nos daba 32 pesetas y un paquete de tabaco, pa que fuéramos fumando por lo menos cuando salíamos"
-Si usted volviera a empezar, ¿volvería a ser costalero?
-"Claro... volvería a lo mismo...

Agustín Pérez González

PAJORRAPA

Del libro "Budeando en la Sevilla Perdida"

¡Cuatro años!. ¡Cuatro largos años tardé en enterarme de qué iba el dichoso pregón!.
-¡Pajorrapa!. ¡Pajorrapa!
Cuando lo escuchaba, siempre por la mañana temprano mientras estaba tomando mi "cafelito migao" en el tazón de inmaculado blanco ceremonial, me levantaba de la mesa lo más rápido que podía, iba hasta la cocina, escalaba por encima de lapiletilla de pedernal, y me subía luego en el filo de la pila de lavar, desde donde alcanzaba a ver, por encima de las macetasque adornaban el alféizar, la calle. En esa situación de precario equilibrio, veía a un señor con un carro de batea repleto de rábanos: larguiruchos unos, redondos los otros, asomando sus rojas caras entre el verde marco de sus hojas.
Por más vueltas que le daba, mi infantil imaginación no conseguía entender el significado del pregón. ¿Se llamarían así a los rábanos en el pueblo de aquél hombre de mascota de paja, camisa a cuadros y chaquetilla oscura?. No quería preguntarporque siempre me ha gustado conseguir las cosas por mí mismo, así que me devanaba los sesos cada vez que pasaba aquél vendedor hasta que, un día, al cabo de cuatro largos años, le pregunté a mi madre por el significado de tan misterioso pregón : ¡pajorrapa!,¡ pajorrapa!, a lo que ella me contestó al instante con una amplia sonrisa achinándole los ojos:
Como tu sabes, mi niño, la gente dispone de poco dinero y el pan escasea en muchas casas. Por eso, como el rábano resulta mucho más barato y llena igual, se come en su lugar para
acompañar a las comidas; por eso el hombre dice en su pregón: " pa ajorrá pan"
Aquél pregón quería decir "para ahorrar pan", pero gracias a la transcripción fonética andaluza y a la ley del mínimo esfuerzo, se había ido transformando hasta llegar a aquél endiablado "pajorrapa" que me había traído de cabeza durantetanto tiempo. Desde aquella noche, no tuve que darle más vueltas a la dichosa palabra, y aprendí que todos los pregones había que traducirlos al andaluz antes de volver a preguntar porsu significado.

Agustín Pérez González

EL VIEJECITO DE LAS ESPADAS

Del libro "Buceando en la Sevilla Perdida"

Era el viejecito de las espadas, delgado como un alambre.
Sus hombros caían, vencidos de soportar el lurdo envite de la
vida. Sus ojos, hundidos por el sufrimiento y enmarcados en
multitud de arrugas nacidas de luchar denodadamente con el
resol de las cales omnipresentes en las fachadas, obsequiaban
con su eterna sonrisa a todos los niños, a quienes quería desde
lo más profundo de su ser.
Llegaba al barrio tirando de un carrito que había sido
remolque de alguna bicicleta que tal vez tuviera algún día y que,
por necesidad, o por no poder ya manejarla, habría tenido que
vender. En aquél carrito transportaba su tienda, verdadera
atracción para la chiquillería.
Las espadas, hechas con listones recuperados de
armazones de piezas de tela que el buen hombre recogía en unos
afamados almacenes donde trabajaba un conocido, tenían su
hoja perfectamente pulida, su empuñadura pintada de negro, y
su punta ensangrentada, para que ni heridos faltasen en la pelea.
En otra esquina del carro estaban las cuadras. En ellas esperaban
pacientemente una recua de briosos animales cuya cabeza,
perfectamente dibujada sobre un pliego de cartón del cuatro,
había sido engastada en un largo palo, colocándole un cordón
por brida. En la otra punta, una ruedecita de madera hacia las
veces de patas de los veloces corceles. Algunos, incluso, disponían
de auténticas crines de esparto que dejaban tras de sí un
inequívoco rastro de bastas guedejas, que servían al enemigo
para localizar al caballero.
Agustín Pérez González
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Completaban su mercadería -que vendía o cambiaba por
botellas- algunas cimitarras y escudos, con su media luna o su
cruz bordadas sobre el cartón con papel estaño, que aún
guardaban en su plateada intimidad la esencia del chocolate
contenido hasta recientes fechas.
Ni que decir tiene que todos buscábamos como podíamos
las botellas precisas para disponer de tan sofisticado
armamento. Sin embargo, el que no podía lograrlo, construía su
cimitarra con la penca de una piña de dátiles y .... a la guerra,
pues justo en esos momentos, comenzaban las cruzadas en el
barrio.
Como todo juego violento, casi siempre terminaba en
serio, pues siempre había alguien que se tomaba a pie juntillas
las órdenes de defender su plaza hasta la muerte y, en el fragor
de la lucha, se le escapaba algún que otro mandoble que
provocaba una pequeña ( y a veces no tan pequeña) herida, con
la que terminaba la guerra por un tiempo, pues nuestras madres
mantenían secuestradas las armas hasta que se les olvidaba el
incidente.
Siempre que pienso en aquél viejecito, siento hacia él un
gran cariño y pienso, como entonces, que mis abuelos, a los que
nunca conocí, debían haber sido tan dulces y tan mañosos
como él.

Agustín Pérez González

EL LATERO

(Del libro Budceando en la Sevilla Perdida)

Desde la calle contigua se filtra un vago eco seguido de
una imperceptible cantinela que, poco a poco, va tomando
cuerpo.
¡El laaa-teroooo! ( la e casi no la pronunciaba) ¡"S´estañan"
ooollaaas y baaaños, se laaañan lebriiilloos, se arreeeeeglan
los paraaaaguas!.
Agustín Pérez González
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- Niño, coge la lata de leche condensada y dile al latero
que te vaya haciendo un jarrillo, que ahora salgo yo para pagarle.
El niño, sintiéndose un personaje, se coloca delante y
observa con gran curiosidad cómo el latero, sentado sobre el
bordillo de la acera, prepara su anafe aventando el carbón con
un soplillo de palma, antes de introducir en él una especie de
martillo de cobre (qué color más bonito) terminado en punta de
hacha.
Mientras se calienta, desprende la tapa de la latilla, hace
con ella un asa, y repasa los bordes con un pequeñísimo
martillo de cabeza curva del que el niño queda absolutamente
prendado.
Ahora venía lo que más le gustaba, por lo que abrió desmesuradamente
los ojos para no perder detalle: sacó una barrita
plateada, la acercó el hacha de cobre, ya muy caliente, y
¡paff!, la barrita se derritió como por ensalmo, extendiéndose
por la punta de la herramienta. A continuación, extendió el
plateado líquido por los extremos del asa y ésta quedó pegada a
la lata. Después de repasar la soldadura, el jarro quedó terminado.
Tras recibir sus cincuenta céntimos (dos reales de
agujero) por aquél trabajo, el latero continuó su ruta con todo su
taller a cuestas, mientras el niño quedaba mirando fijamente al
suelo con ojos de asombro,


..pues se iluminó el semblante
del niño al mirar al suelo
y ver que tenía delante
una estrella rutilante
dejada por el latero.
Y durante muchos años
guardó bajo su almahada
como si fuera oro en paño,
aquella estrella de estaño
digna de un cuento de hadas.

Agustín Pérez González

ALGUNAS LETRAS DE SAETA

Del libro "Dardos de Pasión"

A LA SAGRADA ENTRADA EN JERUSALEM

Quién se pudiera subir
al borriquillo contigo
solamente por salir
por esa rampa el Domingo
y ser niño para Tí.

AL CRISTO DE LOS ESTUDIANTES (BUENA MUERTE)

Quisiera ser estudiante
para poderle llevar
sobre mi cuello y quitarle
la muerte de su semblante
con sudor de mi costal.

A GAN PODER

Cuando levantó su pie
había un lirio de colores,
una rosa y un clavel,
y es que van naciendo flores
donde pisa el Gran Poder.

A LA MACARENA

Llora su dolor la pena,
llora el clavel y la rosa,
llora la plata y la cera
y la Virgen más hermosa,
Esperanza Macarena.

AL CRISTO DEL CALVARIO

Crujió la trabajadera,
la luna se hizo sudario
y hasta el arco del postigo
quiso abrazarse contigo
a tu cruz en el Calvario.

A LA ESPERANZA DE TRIANA

Eres la jarcia y las velas
eres la fuerza del viento
y yo barca que navega
Esperanza Marinera
para llegar a tu puerto.

AL CACHORRO

Que tire lirios el puente,
que el agua llore su pena
que el Cachorro Omnipotente
va a mirarse en la corriente
y no quiero que se vea

AL RESUCITADO

No lloréis más por su muerte
alegraos, sevillanos
despertad todos, salid
que Cristo ha resucitado
en la calle San Luis.

Agustín Pérez González

EL CANTO DE PENA

Del libro "Dardos de Pasión"

Cuentan que, cuando el hombre ofendió a Dios y fue expulsado del paraíso, un pájaro negro al que habían dado en llamar PENA, anidó en los corazones de Adán y Eva, quedando preso en la cárcel de sus pechos.
Las PENAS, fueron multiplicándose en su celda, quedando en ella cautivas todas sus generaciones durante siglos, en los que su plumaje fue volviéndose más y más negro.

Corriendo el tiempo, llegó un Enviado a borrar con su Muerte y Resurrección la antigua ofensa de la faz de la Tierra , y a partir de entonces, al pájaro cautivo le fue concedido poderse liberar de su triste condena en honor de aquellos portentosos hechos, a condición de que los alabara con su canto.
La primera de las aves fue liberada justamente cuando los seguidores del Salvador estaban reunidos para ver cómo ascendía su Divina Madre al cielo, por lo que les fue concedido liberarse también en recuerdo de tan excelsa Señora.

Al surcar el aire, el cante de Pena produjo tal sentimiento en los que lo oyeron, que sus notas se clavaron en sus corazones como aguzados dardos, por lo que los reunidos decidieron llamarle SAETA.

Agustín Pérez González

LA SAETA

Del libro "Dardos de Pasión"

Una Saeta es un dardo
que se te clava tan dentro,
que es imposible escucharlo
sin que sangre el sentimiento.

Una saeta es martillo,
yunque y fragua trianeros
que lloran con los quejíos
de los cantes más señeros.

Una saeta es un duende
disparando seguiriyas
que sobre el pecho se prenden
desde un balcón de Sevilla .

Y cuando los martinetes
se van convirtiendo en rosas
para tratar de ofrecerle
a Nuestra Madre y Señora
un hermoso ramillete
de las más sentidas notas,
una saeta te pierde
y hasta los varales lloran.

Una saeta es un mundo,
una saeta es un sueño,
la saeta es arte puro
que se hace plegaria y rezo,

Que escuchando una saeta
si se canta por derecho,
hasta a la misma Giralda
le retiemblan los cimientos.

Agustín Pérez González

POR FIN EMPEZASTE A CONTARME

Del libro "Elegía para un alma Soñadora"

Por fin empezaste a contarme.
Aunque tu memoria
no es ya tan fiel como antes,
aclaras mis lagunas
y me desvelas misterios
de esta extraña familia
desunida por la distancia ,
los malentendidos
y una reserva atroz
que hizo que nunca
nos conociéramos del todo.

Hoy quiero recomenzar,
como ya hice otras veces ,
a amarrar cabos,
a empalmar cables
para crear conexiones
entre todos sus miembros.
no sé si merece la pena el esfuerzo
si volveré a toparme contra el muro
de la incomprensión y la desconfianza.

Esperaré a estar
en mejor disposición de ánimo
para volver a intentarlo con más fuerza.
es preciso tener éxito esta vez,
porque me dicen las tripas
que es mi última oportunidad.

Agustín Pérez González

EL RIO EMPAPÓ LOS CIMIENTOS

Del libro "Elegía para un alma soñadora"

El río empapó los cimientos
de tu casa natal,
aledaña a las Atarazanas del Rey.

La Torre del Oro,
guardiana de tus miradas infantiles,
llenó tus pupilas
de rechoncha majestad,
y otra torre
cubrió de plata tu azotea

Hoy la azotea de tu cuerpo
está cubierta de la plata
que los años hicieron nacer
en tu hermosa cabellera,
pero la esencia del río
y eterna la majestad
de las torres sin campanas
sigue permaneciendo en tí
aunque tu decrépito cuerpo
ya no tenga su altiva elegancia
ni el poderío de sus aguas.

Agustín Pérez González

HOY POR FIN HE VISTO

(del libro "elegía para un alma soñadora)

Hoy por fin he visto
florecer una sonrisa
en tu envejecida cara .

Los recuerdos
pusieron sobre tu rostro,
ayer severo,
imperdibles de alegría
en los que se van prendiendo
perlas de sentimientos
vividos en compañía.

Tu ayer trajo hasta hoy
remedios para tu melancolía.
Por eso
desde ahora te receto
tres memorias al día
-desayuno, almuerzo y cena- ,
para mantener por siempre
tu corazón alegre.

No me falles,
Hazme caso: tómatelas.

Agustín Pérez González

EL LIBRO DE HISTORIA

(del libro "Paseando de la mano de Abuela Concha)

Hoy cayó entre mis manos tu libro de historia de España. Aquél libro de pastas duras que tantas veces vi en las tuyas y que terminaba su narración en Alfonso XII.

De sus quinientas páginas iniciales , quedan ya bastantes menos, y algunas otras están deterioradas; pero aún y así , me perdí un rato entre sus amarillentas hojas, tratando de encontrar tu voz en ellas.

En la página cuarenta y siete, descubrí una violeta desecada que me hizo pensar que quizás tú, aquella mujer que fue solamente abuela, también pudiera haber estado enamorada.

¡ Cuántos secretos te llevaste a la tumba, abuela!

Agustín Pérez González

EL MURO

( del libro "Paseando de la mano de Abuela Concha")

Siempre tuviste tu casa allá por el muro de los Navarros. Durante muchos años, a pesar de vivir con tu hijo y con tu nuera desde que se casaron, a pesar de ser al mismo tiempo madre y abuela de todos tus nietos, nunca renunciaste a ella.
Porque genio sí que tenías, y como sabías que en cualquier momento podía saltar la chispa, la mantuviste siempre para conservar tu refugio, pero te la declararon en ruina, y entonces empezó también la tuya. Cuando te supiste irremediablemente obligada a permanecer en esta tu casa, pensaste perdida tu libertad y comenzaste a perder la cabeza.
De repente decías: -me voy al muro- y no había manera de convencerte de que ya no tenías casa .
¡Cuántas veces, a partir de ahí, te escapabas para comprobarlo!. Genio y figura...Pero luego no sabías volver y te nos perdías, poniendo en zozobra nuestros corazones.
Seguro que ya la encontraste por los caminos del éter, en el MURO de la gloria.

Agustín Pérez González

RECUERDOS DE PITUITARIA

(del libro "Paseando de la mano de Abuela Concha)

Hoy, al levantarme, he recorrido el huerto bajo la espesa bruma , disfrutando de los olores de las cosas, amortiguados unos , encrespados otros por la acción de la lluvia.
El olor de la tierra, hace poco abonada con estiércol, acre, caliente, fuerte, me trae recuerdos de árrias de borricos desfilando ante mi casa, con sus serones llenos de arena.
El diferenciado olor de la yerbabuena, me lleva al corralón de la chatarrería de mi amigo Claudio, en el que, bajo la humedad del único grifo, crecía un verdadero bosque de menta con el que nos perfumábamos las manos después de lavadas.
El amortiguado olor del romero me lleva a mañanas de Corpus bajo la arquitectura efímera de la Plaza de San Francisco
El casi imperceptible olor del lentisco me recuerda al de las guirnaldas de los palos de la feria...
Pero, al llegar al olivar, donde los aguaceros de anoche dejaron caer aceitunas, el fuerte olor a alpechín despedido al ser pisadas me llevó hasta ti, abuela. Me llevó hasta la terraza donde estabas, la orza entre las piernas, la tabla en las rodillas y la maja en la mano, machacando aceitunas para aliñar.
Una vieja sábana protegía tu vestimenta de los salpicones, pero tus manos (las amas de casa no usaban guantes entonces) permanecerían negras durante muchos días por mor del alpechín.
En esos días tus negras manos contrastaban con tu canoso pelo, tu alba piel y el blanco fulgor de tu alma. Pero aunque tus manos estuvieran feas... tú me seguías pareciendo igual de guapa.

Agustín Pérez González

PADRENUESTRO COFRADE

(del libro "Cofrade por la Gracia de Dios)
Y cuando, después de entrar en el templo el resucitado, posen por última vez los zancos de la Virgen de la Aurora, y las borlas de las bambalinas dejen de moverse, no habrá terminado una Semana Santa. Habrá empezado otra, porque Sevilla, seguirá siendo cofrade todo el año, pregonando a los cuatro vientos y por los cuatro puntos cardinales las Glorias de María.

Después de entrar en el Templo, tras el recorrido por las calles sevillanas, cuando el último zanco descansa en el suelo, cuando los costaleros salen y esparcen sus costales como palomas blancas por las naves del Templo, cuando entre ellos se abrazan con emoción contenida y son felicitados por su capataz, cuando delante del paso se sienten mejores personas, cuando sus ojos se clavan en los de su Cristo, el costalero se sienta en uno de los bancos para que sus destrozados riñones descansen, y allí, se dirige al Padre con la oración que Él mismo nos enseñó, traducida al lenguaje cofrade.


PADRENUESTRO COFRADE

Padrenuestro que estás en los cielos,
hasta donde te supieron llevar
unos buenos costaleros
a la voz de un capataz
llamado Alfonso Borrero.

Santificado es tu nombre
por las calles de Sevilla,
cuando mujeres y hombres
para bendecir tu nombre
ante un paso se arrodillan.


Viene a nosotros tu Reino
entre aromas de azahares,
de cera, clavel e incienso,
cuando vemos a tu Madre
llevando un palio por techo.

Hacemos tu voluntad
creando un cielo en la tierra,
cuando toda la ciudad
de altares andantes se llena
para redimir la pena
de toda la humanidad.

Cada día tu Pan nos des.
El pan Eterno y duradero
que hicieron los panaderos
del barrio de San Andrés
y que llevas en tus manos
cada Domingo de Ramos
para dártenos a comer.

Perdona nuestros pecados,
Señor Misericordioso,
en Santa Cruz crucificado
con tu Madre siempre al lado
en Misterio Doloroso.

Que nosotros perdonamos
porque Tú nos has enseñado,
Señor y Maestro Eterno,
perdonando a tus verdugos
y al ladrón que a tu lado estuvo
para que entrara en tu Reino.

Y no nos dejes caer,
Señor en la tentación
de quedarnos en el rito,
porque sería traición
a tu mensaje bendito.

Y líbranos del mal,
Señor por tu Gran Poder,
que al asomar al umbral
del templo de San Lorenzo,
hace del silencio un rezo
tras un lento caminar.

Así sea por siempre, Señor.
Sigas muriendo en Sevilla
de esa forma tan sencilla
que Tú sabes; por Amor,
que al salir del Salvador,
hace una plaza capilla
entre naranjos en flor.

Y danos tu bendición,
pues Tú sabes que es sincera
nuestra particular manera
de vivenciar su Pasión.

Agustín Pérez González

PASO DE PALIO

(Del libro Cofrade por la Gracia de Dios)

Un paso de palio es
un pedacito de cielo.
De cielo con sus estrellas
bordadas en terciopelo.

De cielo con nubecillas
hechas de aroma de incienso
que elevan en sus volutas
las oraciones del pueblo.

De cielo de vía láctea
hecha pabílos ardiendo
alrededor de una cara
que es el mismísimo cielo.

De cielo en el que una lluvia
de gotas de sufrimiento
va cayendo de sus ojos
para humedecer los nuestros.

De cielo en el que la Luna,
siempre obediente a sus ruegos
pone a sus plantas la plata
de sus rayos más excelsos.

Un cielo en el que, volando
palomas que son pañuelos,
van enjugando su llanto
por el que va en el madero.

Un cielo en el que atardece,
lubricán de firmamentos
donde las luces y sombras
caminan a paso lento

por las calles de Sevilla
prestando rojos reflejos
a sus rincones y esquinas
que se convierten en rezos .

Un cielo el techo del palio,
que así se llama por cierto,
al que rodean cuatro paños ,
abanicos de misterio

con flecos de seda y oro
que acompasan movimiento
al paso triste o alegre
de treinta y seis costaleros.

Un cielo de candelabros
que lucen como luceros
para sacar en el manto
mil matices y reflejos
a los bordados de oro
y al brillo del terciopelo.

Cielo de clavel y nardo ,
jardín de todo universo
donde la flor más bonita
es su cara de requiebro.

Esencia de orquídea blanca
y de gladiolo enhiesto,
de rosa cuya fragancia
besa a la noche en silencio.

Cielo de rosa y camelia
cuya fragancia los vientos
la transforman en plegaria
cuajada de sentimiento.

Y es que un paso de palio
es gloria y es universo,
es el trono de la Madre
de todos los costaleros .

Un cielo que a cosa hecha
los sevillanos hicieron
para quitarle la pena
a la Reina de los Cielos .

Agustín Pérez González

MARIANO

(del libro "Cofrade por la Gracia de Dios")

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea
pues todo un Dios se recrea
en tu perfecta belleza
A tí celestial princesa,
a ti bendita María
Yo te ofrezco en este día
alma vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes Mmadre mía.

Ahora y en la hora de mi muerte , Amén


Esta oración me acompañaba desde que nací, porque era recitada por mi abuela cuando, tras el baño, colocaba sobre mi cuerpo las ropas,
Previamente calentadas y perfumadas sobre la alambrera del brasero.
Mientras el aroma de la alhucema, iba penetrando mi olfato, mi alma se llenaba de su Pureza, y de amor hacia la Madre Eterna.
Al igual que a mí, a la mayor parte de los sevillanos les han enseñado a sentir a la Virgen como a alguien de la familia, a tenerla siempre presente en todo y para todo, a dirigir a ella nuestras oraciones, nuestras peticiones , nuestros ruegos y nuestro agradecimiento.
Quizás la veamos como más asequible, o quizás sabemos que como Madre , nos comprende mejor y nos ayuda siempre mediando ante el Padre. Lo cierto es que la hemos hecho tan nuestra, que la ciudad se ha hecho suya hasta tal punto, que no se puede hablar de Sevilla sin hablar de María, y la ciudad ha llegado a asumir el apelativo de Tierra de María Santísima.
La devoción de Sevilla por María, es inequívocamente diferente. Prueba de ello es que se ha creado todo un mundo para Ella. Un mundo de pura estética que abarca todos los sentidos. Desde el tacto en los terciopelos y blondas hasta el olfato, donde se produce una verdadera borrachera de sensaciones entre a cera y el azahar, el incienso y la mirra, las flores... y hasta el acre olor a sudor bajo el paso. Desde el gusto, para el que se crea todo un rito de sabores en los alimentos propios de la cuaresma, culminados por el de las torrijas , hasta el oído, para el que todo un mundo de melodía se creó , para deleite y refinamiento musical de los sevillanos .
...Y ... la vista. La reina de estas fechas , porque toda una explosión de luz , de color, de armonía, se abre ante nuestros asombrados ojos, para mostrarles todo un lujo de detalles .
Un mundo creado para Ella, y multitud de advocaciones que se convierten en un nombre más de la familia.
Agustín Pérez González

TRES ANAS

(del libro Sueños de Amor y Sueños de Verano)
Triana.
Tri - Ana.
Tres veces Ana.
Trianero por tres veces.

Por la torre de Santana,
donde mi fe nació y crece;
también porque se llama Ana
la que me tuvo en su vientre,
y por los ojos de una serrana
que loco perdío me tienen.

Tri - Ana.
Tres Anas:
Mi novia, la abuela de Dios
y la que un día me parió
en el barrio más valiente.

Tres Anas,
pá qué más.
¿Es que no es... suficiente?

Agustín Pérez González

RETRATO

(del libro Sueños de amor y sueños de Verano)

Son sus ojos dos candelas
y su pelo . . . ¡ay su pelo!.
Su pelo es mi perdición:
tan negro que hasta el carbón
se está muriendo de celos.

Sus pestañas abanicos
y su frente . . . ¡ay su frente!
Suave, tersa y anchurosa
como pétalos de rosa,
como la seda de oriente.

Sus mejillas son claveles
y sus labios . . . ¡ay sus labios!
Tan rojos y sensuales
que hieren como puñales,
como al cielo el campanario.

Sus dientes, cuentas de nácar
y su boca . . . ¡ay su boca!
Es la casa del deseo
y fuente donde me veo
bebiendo con ansia loca.

Su voz, canto de sirena
y sus carnes . . . ¡ay sus carnes!
Si imagino que me abraza,
su cuerpo es ardiente brasa
donde quisiera quemarme.

Agustín Pérez González

A MI GUITARRA

(del libro Sueños de Amor y Sueños de Verano)

Mis dedos hace tiempo no acarician,
mis manos a sus manos no se enlazan,
mis ojos ya no encuentran su sonrisa,
mis brazos a su cuerpo ya no abrazan.

Mis labios ya no esbozan un te quiero,
mis oídos no escuchan sus palabras,
mis suspiros aún suben al cielo
y aún arde su amor en esta alma.

Aquí me encuentro, solo, y aunque puedo
librarme de esta soledad que embarga
seis cuerdas sólo acarician mis dedos
y abrazo solamente a mi guitarra.

Agustín Pérez González