PAJORRAPA

Del libro "Budeando en la Sevilla Perdida"

¡Cuatro años!. ¡Cuatro largos años tardé en enterarme de qué iba el dichoso pregón!.
-¡Pajorrapa!. ¡Pajorrapa!
Cuando lo escuchaba, siempre por la mañana temprano mientras estaba tomando mi "cafelito migao" en el tazón de inmaculado blanco ceremonial, me levantaba de la mesa lo más rápido que podía, iba hasta la cocina, escalaba por encima de lapiletilla de pedernal, y me subía luego en el filo de la pila de lavar, desde donde alcanzaba a ver, por encima de las macetasque adornaban el alféizar, la calle. En esa situación de precario equilibrio, veía a un señor con un carro de batea repleto de rábanos: larguiruchos unos, redondos los otros, asomando sus rojas caras entre el verde marco de sus hojas.
Por más vueltas que le daba, mi infantil imaginación no conseguía entender el significado del pregón. ¿Se llamarían así a los rábanos en el pueblo de aquél hombre de mascota de paja, camisa a cuadros y chaquetilla oscura?. No quería preguntarporque siempre me ha gustado conseguir las cosas por mí mismo, así que me devanaba los sesos cada vez que pasaba aquél vendedor hasta que, un día, al cabo de cuatro largos años, le pregunté a mi madre por el significado de tan misterioso pregón : ¡pajorrapa!,¡ pajorrapa!, a lo que ella me contestó al instante con una amplia sonrisa achinándole los ojos:
Como tu sabes, mi niño, la gente dispone de poco dinero y el pan escasea en muchas casas. Por eso, como el rábano resulta mucho más barato y llena igual, se come en su lugar para
acompañar a las comidas; por eso el hombre dice en su pregón: " pa ajorrá pan"
Aquél pregón quería decir "para ahorrar pan", pero gracias a la transcripción fonética andaluza y a la ley del mínimo esfuerzo, se había ido transformando hasta llegar a aquél endiablado "pajorrapa" que me había traído de cabeza durantetanto tiempo. Desde aquella noche, no tuve que darle más vueltas a la dichosa palabra, y aprendí que todos los pregones había que traducirlos al andaluz antes de volver a preguntar porsu significado.

Agustín Pérez González