RECUERDOS DE PITUITARIA

(del libro "Paseando de la mano de Abuela Concha)

Hoy, al levantarme, he recorrido el huerto bajo la espesa bruma , disfrutando de los olores de las cosas, amortiguados unos , encrespados otros por la acción de la lluvia.
El olor de la tierra, hace poco abonada con estiércol, acre, caliente, fuerte, me trae recuerdos de árrias de borricos desfilando ante mi casa, con sus serones llenos de arena.
El diferenciado olor de la yerbabuena, me lleva al corralón de la chatarrería de mi amigo Claudio, en el que, bajo la humedad del único grifo, crecía un verdadero bosque de menta con el que nos perfumábamos las manos después de lavadas.
El amortiguado olor del romero me lleva a mañanas de Corpus bajo la arquitectura efímera de la Plaza de San Francisco
El casi imperceptible olor del lentisco me recuerda al de las guirnaldas de los palos de la feria...
Pero, al llegar al olivar, donde los aguaceros de anoche dejaron caer aceitunas, el fuerte olor a alpechín despedido al ser pisadas me llevó hasta ti, abuela. Me llevó hasta la terraza donde estabas, la orza entre las piernas, la tabla en las rodillas y la maja en la mano, machacando aceitunas para aliñar.
Una vieja sábana protegía tu vestimenta de los salpicones, pero tus manos (las amas de casa no usaban guantes entonces) permanecerían negras durante muchos días por mor del alpechín.
En esos días tus negras manos contrastaban con tu canoso pelo, tu alba piel y el blanco fulgor de tu alma. Pero aunque tus manos estuvieran feas... tú me seguías pareciendo igual de guapa.

Agustín Pérez González